Sonidos

martes, 27 de mayo de 2008

Siguiendo el sonido de mi corazón me precipito al abismo íntimo de mi alma. Escuchando. Decían, como el que oye llover, con mucha atención.

Oyendo llover. Quedándome solo. Soledándome.

Decían de mi talento para hallar gente maravillosa y perderla. Completamente de acuerdo. A los hechos me repito.

Decían huye, pero escuché y me escuché y me quedé hasta para decir adiós.

Decían usa paraguas, gabardina, algo. Usé la piel. Y me mojé. Y me gustó pasar ese frío.

Decían hazlo bien. No supe. No sé. Trataré de saber. Escucho atentamente. Se admiten consejos que no seguiré, patadas en la nuca, adioses sin acuse de recibo. Se admiten comentarios.

Estás. Te escucho.

El frío

jueves, 22 de mayo de 2008

La historia de hoy es una historia de ayer sin historia. Trata de una señora mayor y su casa repleta de gatos. Los gatos son la gente que le faltó, quiero decir, no la gente que estuvo y se fue, sino la gente que en realidad nunca estuvo allí, en ella, en la señora, no en la casa.

Hay gatos sobrinos, gatos primos segundos, hermanos, gato padre, gato madre, gato amigo de la infancia, gato confidente, gato visita, gato marido, gatos hijos, gatos nietos.

La señora trata a cada gato según su parentesco o su relación. Les sirve un café anchoa a las visitas. Cuando acaricia el lomo de su gato hijo, casi se llena de orgullo al pensar en todo lo que ha conseguido, su descendencia gata, sus nietos. Reverencia a su padre gato y teme la zapatilla zarpa de su madre gata.

Su marido gato murió hace tres años. La cama vacía. Fría. Frías. La cama. Ella.

Ayer no se levantó al amanecer para hacer el desayuno leche pescado fresco a su familia gata.

Cuando llegó la visita gata tampoco se levantó.

La cena gata sin anfitriona. Sólo la familia.

La cama fría. Frías. La cama. Ella.

Su nieta gata más pequeña entra a la habitación temblando. Trepa por la colcha con sus uñas tiernas débiles tras varios intentos. Lame su mano esperando respuesta. Lame. Lame. Su mano fría. Al final se queda dormida entre el hombro y el cuello, hecha un ovillo mínimo.

El amanecer entra por la ventana para descubrir dos niñas sobre la cama. Dos frías, la cama, ella. La tercera con un calor tierno. Humano.

Así

domingo, 18 de mayo de 2008

Me escuece el ojo derecho, constato que es porque está seco y que lleva así mucho antes de ahora. No hay lágrimas. Me preocupo. Por el ojo y por el pantano seco de mi lagrimal.

Eso conduciendo huyendo de nosotros.

En Bilbao dejo un amigo que quiero tener. Un palacio para unos okupas preocupados. Pido perdón a los amigos que quiero tener por presentarme tan a medias.

En Madrid llego al absurdo de lo raro que es llegar a uno y estar en casa. En realidad llego a mí como a mi cuarto de casa de mis padres de visita de domingo para ser más exactos. Desconcierta tanto vivido allí aunque sea en pequeñito.

Ñomo se cuelga a mis barbas a dos manos. Trepa. Constata mi ojo derecho seco. Protesta. Durante una semana mi cuello no ha portado el collar que me hizo para darme suerte.

¿Cómo no voy a estar tan flaco de todo?

Lo junta a mi cuello. Da un tironcito de prueba. Y sigue ahí.

Pregunto puedo escribir. Debes, dice.

Y así.

El balbuceo

jueves, 8 de mayo de 2008

Le veo naciendo viejo. Tiene la mirada cansada, no por el esfuerzo de venir de su mundo al nuestro, más bien por el agotamiento suave de los años que no tiene.

En realidad la forma de sus ojos apenas muta con el tiempo. Rasgados. Entornados. La mirada de un anciano chino que fuma en una pipa larga y no tiene prisa ni conoce qué es eso.

A la edad de uno, a la edad de tres, a la edad de veinte.

No tarda en emitir balbuceos ininteligibles. Precoz. Los padres le esperan su habla un día sí y otro también. No dice papá, no dice mamá. Dice ajtiejete, dice miyekila. Y sonríe. Y señala la pelota azul. Y dice skakipole.

Caen las hojas del calendario y los calendarios mismos. Los padres ya le esperan un día sí y otro tampoco. El chico corre, juega. Parece espabilado incluso. Pero no habla palabras. Habla jujantiko la foe treyupe mientras mira a la hija menor del vecino. Y habla sretyo ge lojuo al cambiarse la ropa, mojada de tormenta de verano.

Solo en su balbuceo. Raro. Extraño. Solo ve crecer un bigote ralo de pelos fuertemente negros. Solo descubre la primera cana y solo se tantea la coronilla buscando lo que ya no está.

Usa barba espesa. No mira a la gente que pasa, que no es gente. Se guarda en su guarida preferida: el silencio.

En el mercado señala el pan y dice bajito tetenjuk jru pé y alarga la mano y las monedas. Dice muy quedo ilendra pé cuando pasa de visita la hija de su vecino. Y las hijas de la hija.

Los calendarios se acumulan apilados. El último está en la pared. En el parque en el banco en su guarida. Un niño se le acerca y le tira de la barba. Se ríe. La risa le pide al niño que le pida que hable, para ser más. Vienen más niños. Más risa pidiendo. Habla gritan. Ordena hablar. La risa.

Con una dicción perfecta balbucea kak juleyf.

Traduzco libremente "por favor".

Quiero

lunes, 5 de mayo de 2008

Quiero dejar esta ciudad.

Cambiar de trabajo.

Buscarme otro árbol
y otra rama.

Canjear mis miserias
por otras miserias.
Éstas me tienen cansado.

Heredar un libro
y un pisito.

Hacerme un bono descuento
de paz.
Está muy cara.

Dejar mis nubes
y nubarrones
en la nevera,
entre los macarrones
y los chubascos.

Salir a la calle
para mojarme con la lluvia.

Cortarme el pelo
sólo de vez en cuando.

Comer fruta.

Ir a misa
para cagarme en dios.
A ver si allí me oye.

Mandar postales.
LLamar a la gente.
Protestar mais.

Dejar de prostituirme y
sólo alquilarme.

Follar más.

Recuperarme.

Ir a objetos perdidos.

Pedir la hoja de reclamaciones.
Que me pongan con Dios!

Ser mejor vecino.

Pagar todas las rondas.

Compartir abismos.

Buscarme otra novia
para que sigamos siendo amantes.

Coger tus alas
prestadas
una hora y media por día.

Esconderme en tus manos.

Buscar contigo otra ciudad,
otras miserias.
Otra nevera.
Más llena.
De macarrones
y chubascos.
Ir juntos a misa,
para hacer presión.
Follar mais.
Juntos,
si puede ser.
Ser vecinos.
Compartir abismos.

No estar cansado de esta ciudad
y de mí.